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Amapola. Dedicada a Morfeo dios del sueño

Un día de junio, Proserpina, hija de Demeter y Júpiter cogía flores en los prados de Sicilia. Con ella estaban las ninfas oceánides que le habían regalado un precioso collar de conchas marinas, Proserpina decidió corresponderles con una hermosa corona de amapolas, iba de acá para allá eligiendo las mejores, pero se alejaba cada vez más de la orilla del mar.

Al coger una grande y bonita planta llena de flores la tierra se abrió, y del interior de ésta apareció Plutón, el dios de los muertos, montado en un carro de fuego. Plutón raptó a Proserpina y se marchó sin dejar rastro. Las oceánides le dieron toda clase de detalles a Demeter que solo podía manifestar rabia e impotencia al oír todo aquello. Júpiter intervino dándole de beber jugo de amapolas para que se calmara pero no dio resultado, ya que se enfureció aún más y juró que no permitiría que planta alguna floreciera mientras no apareciera su hija Proserpina. Demeter no podía permitir que su hija, quien se había criado entre flores, viviera en el fondo de la tierra con Plutón.

Ante la negativa de ceder por parte de Plutón, los dioses se reunieron y tomaron una decisión: Proserpina pasaría tres meses con su madre y el resto con Plutón, que la había tomado por esposa. Es por ello que cuando Proserpina vuelve con su madre empieza la primavera, la naturaleza se alegra, florece y comienza la vida.

Fernando Ríos López

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