Cuenta la leyenda que el epitafio de un fraile de la reconquista decía:
“Cuando muera seré olvidado como las flores que nacieron en primavera, al menos dadme cantos, al menos dadme flores puesto que de mí ya nada queda.”
Como decía mi madre, solo las flores y los rezos llegan al cielo. Los rezos o los recuerdos, sea decir te quiero mucho, te olvido, te echo de menos, no tiene por qué ser un padrenuestro sino un rezo hacia la persona querida, da igual que sea cristiano que no lo sea al fin al cabo cuando alguien va a darle el recuerdo a una persona lo que da es lo mejor que tiene, su pensamiento y las flores que son el signo de la vida.
Las coronas y las palmas mortuorias que conocemos hoy en día son heredadas de los egipcios, ellos usaban hojas de palmera como ofrenda a sus difuntos, ya que éstas al quemarse no mueren sino que vuelven a brotar, a resurgir como el ave fénix, no es de extrañar que en su tumba, Tutankamón, tenía todo lo que necesitaba para vivir en el más allá, alimentos, sus armas de caza, sus carros, sus barcos y entre todo ello había ramos de flores, muchos ramos de flores preservados, palmas mortuorias, coronas porque desde hace miles de años nadie que se va al más allá va sin flores. Aunque es sabido que no fueron los egipcios los primeros en cultivar esta tradición, anterior a ellos, los pueblos bárbaros hacían coronas de semillas y de paja, las prendían fuego y las lanzaban rodando para homenajear a sus difuntos, una tradición que se mantiene en el tiempo, hoy en día el mayor homenaje que se le hace a una persona sigue siendo una corona de flores.
En el enterramiento funerario más antiguo que se conoce, actualmente en una región de Irán, se han encontrado semillas amarillas, rojas y azules, al analizarlas se descubrió que procedían de un ramo de flores de jacintos, árnica y achillea, no es casual la elección de colores, el amarillo simboliza el poder, el rojo la pasión, el azul la paz, la tranquilidad. De este mismo modo podemos aportar un simbolismo a la ofrenda al elegir las flores, por ejemplo el boj es la planta de los poetas, de los intelectuales, las margaritas de los jóvenes, el clavel de la valentía, del compromiso, este último es el favorito en la celebración del día de los santos por su duración, colorido y diversidad y porque coincide con la época natural del crecimiento como también los crisantemos, el amaranto, la salvia, todos ellos crecen en otoño.
Desde hace milenios, indiferentemente de nuestra cultura, lengua o religión repetimos un ritual, homenajeamos a nuestros difuntos queridos, cada cual con su tradición particular pero aun así todos con el mismo objetivo mantenerlos vivos con nuestros recuerdos.
RECUÉRDALE CON FLORES
Cuenta la leyenda que el epitafio de un fraile de la reconquista decía:
Como decía mi madre, solo las flores y los rezos llegan al cielo. Los rezos o los recuerdos, sea decir te quiero mucho, te olvido, te echo de menos, no tiene por qué ser un padrenuestro sino un rezo hacia la persona querida, da igual que sea cristiano que no lo sea al fin al cabo cuando alguien va a darle el recuerdo a una persona lo que da es lo mejor que tiene, su pensamiento y las flores que son el signo de la vida.
Las coronas y las palmas mortuorias que conocemos hoy en día son heredadas de los egipcios, ellos usaban hojas de palmera como ofrenda a sus difuntos, ya que éstas al quemarse no mueren sino que vuelven a brotar, a resurgir como el ave fénix, no es de extrañar que en su tumba, Tutankamón, tenía todo lo que necesitaba para vivir en el más allá, alimentos, sus armas de caza, sus carros, sus barcos y entre todo ello había ramos de flores, muchos ramos de flores preservados, palmas mortuorias, coronas porque desde hace miles de años nadie que se va al más allá va sin flores. Aunque es sabido que no fueron los egipcios los primeros en cultivar esta tradición, anterior a ellos, los pueblos bárbaros hacían coronas de semillas y de paja, las prendían fuego y las lanzaban rodando para homenajear a sus difuntos, una tradición que se mantiene en el tiempo, hoy en día el mayor homenaje que se le hace a una persona sigue siendo una corona de flores.
En el enterramiento funerario más antiguo que se conoce, actualmente en una región de Irán, se han encontrado semillas amarillas, rojas y azules, al analizarlas se descubrió que procedían de un ramo de flores de jacintos, árnica y achillea, no es casual la elección de colores, el amarillo simboliza el poder, el rojo la pasión, el azul la paz, la tranquilidad. De este mismo modo podemos aportar un simbolismo a la ofrenda al elegir las flores, por ejemplo el boj es la planta de los poetas, de los intelectuales, las margaritas de los jóvenes, el clavel de la valentía, del compromiso, este último es el favorito en la celebración del día de los santos por su duración, colorido y diversidad y porque coincide con la época natural del crecimiento como también los crisantemos, el amaranto, la salvia, todos ellos crecen en otoño.
Desde hace milenios, indiferentemente de nuestra cultura, lengua o religión repetimos un ritual, homenajeamos a nuestros difuntos queridos, cada cual con su tradición particular pero aun así todos con el mismo objetivo mantenerlos vivos con nuestros recuerdos.
Fernando Ríos López